La contratación pública electrónica cuenta con dos fases que a día de hoy debemos diferenciar pero que son complementarias:
- La licitación electrónica* permite simplificar la relación de las Administraciones con los licitadores el “front office”, digamos que es algo parecido a lo que era el mostrador de entrega de documentación antaño. Consiste en telematizar todo el proceso, desde la publicación de pliegos y presentación de ofertas a la adjudicación definitiva, con las ventajas que esto conlleva: reducción de tiempos, gastos, precio de adjudicación, aumento de la transparencia, de la concurrencia…
- La gestión del expediente* que permite que una vez adjudicado el concurso se realice el pedido, la facturación y el pago.
Estos dos “servicios” son los que según el Libro Verde la Unión Europea suponen “la introducción de procedimientos electrónicos para sustentar las fases del proceso de contratación, es decir, publicación del anuncio de licitación, suministro del pliego de condiciones, presentación de ofertas, evaluación, adjudicación, pedido, facturación y pago”.
* Ambas fases deben estar interconectadas para que los datos se transfieran de una fase a otra, ahorrando así mucho tiempo y recursos; posibilitando que los funcionarios públicos inviertan su tiempo en cuestiones de mayor valor añadido y evitando convertir en rutinaria su labor (el clásico “picar datos” tiene que convertirse en pasado)